La a ruta nacional 7, abierta al tráfico a la altura de la Laguna La Picasa en la provincia de Santa Fe, tras ocho años de clausura parcial por causas naturales, va en camino de recuperar su antiguo nombre de “Ruta de la Muerte”, en especial sobre un tramo de 60 kilómetros en este rincón de la Pampa Húmeda.
Aquí, el renovado tránsito de camiones y micros a más de 130 kilómetros por hora sobre un trayecto angosto y un cruce ferroviario sin barreras, los numerosos accesos de los pueblos linderos, los bancos de niebla y la violación a las normas viales acrecentaron los siniestros graves y la lista de víctimas no hace más que crecer.
Este trayecto, integrado a los 1.224 kilómetros de una ruta que forma parte del corredor bioceánico más importante del país, concentró una cantidad inusual de colisiones y muertes en cuatro días, entre el 17 y 21 de agosto último, un mes después de la inauguración de las obras por el presidente Néstor Kirchner.
En los kilómetros 340, 342 y 403, ocho personas, tres de ellas menores de 18 años, perdieron la vida entonces por choques con camiones, pick ups y vuelcos sobre las banquinas, en algunas zonas rodeadas por un espejo de agua de hasta tres metros de profundidad, donde la gente lleva sus hijos a pescar. Otros accidentes con más de 15 muertos y 50 heridos que involucraron camiones y micros ocurrieron en los kilómetros 237, 226, 211, 177, 154, 117 y 69 de la ruta 7, entre el 5 de septiembre y 12 de octubre últimos. La carretera, por su importancia y volumen de tráfico, ya era receptora de accidentes viales, pero desde julio se han incrementado. La visibilidad en esta zona limítrofe entre el sur de Santa Fe y Buenos Aires se hace difícil de día, cuando el sol reverbera en la cinta asfáltica en medio de una geografía abierta y plana. La noche no es menos peligrosa: se torna cerrada y el viaje alienta la somnolencia sobre un camino rectilíneo que parece interminable.
Fuente DiarioDemocracia